Turismo Comunitario en Cauca: Pesca y Recolección de Almejas y Pianguas

“Los turistas llegan al municipio de Guapi, pero a Guapi en realidad no lo conocen. Llegan al aeropuerto, luego a un mototaxi para el muelle y de ahí salen a la Isla Gorgona. Eso no es Guapi. Guapi es todo esto que nosotros tenemos. La diversidad por estos lados”. Así resume Teodoro Ibarbo los motivos que impulsaron a los pescadores de Quiroga a ‘montarse en la ola’ del turismo comunitario.

Teodoro nació en Guapi. Dice que es pescador desde antes de nacer, ya que sus padres se dedicaban a lo mismo. Su madre iba a pescar estando embarazada; él prácticamente nació con el arrullo del mar en los oídos. A sus dieciocho años, sin embargo, se fue a cortar caña al Valle del Cauca. Duró siete años, pero decidió retornar a su tierra a realizar esta actividad ancestral que lo había acompañado toda la vida.

Es uno de los integrantes de ASOAGROPESQUI, una Asociación dedicada a la pesca y la agricultura. Como proceso organizativo funciona hace veintiocho años, pero hasta ahora decidieron poner sus conocimientos al servicio de los visitantes:

“Esto era algo que ellos venían realizando de manera orgánica. Aquí llegaban de alguna agencia para revisar los proyectos productivos que estaban implementando y decían que querían hospedarse en el lugar, pero la comunidad no les cobraba”, comenta Robinson, director de Guapi Tours, la iniciativa que se viene gestando hace ocho meses para coordinar todos estos paquetes de planes turísticos en el municipio. 

Teodoro sale a pescar desde las 5:00 a.m. con otros tres compañeros. El éxito de las jornadas depende de la marea. Pueden hacer hasta ocho y diez lances diarios. Cada lance tarda, en promedio, hora y media. Hay que lanzar, esperar, recoger la malla y limpiar la lancha. Normalmente su día de trabajo dura de ocho a diez horas, mar adentro, donde el nivel de dificultad aumenta porque hay más viento e inestabilidad.

Se utilizan diferentes tipos de red dependiendo de lo que se quiera obtener, pescado langostinos. Para los encuentros con los visitantes, como son de práctica, utilizan mallas langostineras de 500 metros, ideales para capturar peces pequeños.

Rocogerla toma alrededor de media hora, dependiendo la fuerza que se tenga en los brazos. Como Teodoro está tan acostumbrado, lo hace con extrema rapidez. Mientras jala va sacando los peces que se han adherido a ella. Devuelve los más pequeños y se alegra cuando ve venir uno grandes. 

Lo celebra igual que las almejeras, con una corta algarabía y un par de chistes, muy característico de los caucanos. Primero lo detalla para asegurarse de que no está herido, luego le parte las puyas de las aletas y lo lanza a un balde. Su compañero y él conocen tan bien los peces que ya le sacan los nombres de lejos: “¡Allá viene una sierra!” —exclaman— “¡Ve! Mirá qué linda esta pelada”.